Narradores que admiro

Elena Castillo
http://www.eldigitaldecanarias.net/noticia69289.php

          Si tuviese que quedarme con una única característica, con una única idea de lo que es para mí fundamental en un artista,  sería la naturalidad. Si un narrador consigue que me olvide de que estoy en  un espectáculo, si no me fijo en que cambia la voz (o no) para los personajes que aparecen en sus cuentos…  si en definitiva veo a la persona que me está hablando,  entonces siento.

          Elena Castillo me hace sentir. Cuando ficciona una parte de su vida estoy  convencido de que ha sucedido de verdad. Y al referirme a una parte de su vida no me refiero únicamente a situaciones donde ella es la protagonista; también puede ser un cuento que nazca de escuchar la radio, de la lectura de un libro, de una película o de un misterio.

          Cuando Elena empieza a narrar, parece que no lo está haciendo. Sientes que es un preámbulo, que está calentando antes de empezar con el espectáculo y ahí, ya estás perdido. Porque poco a poco, sin darte cuenta, te ha llevado a su peluquería, y de ahí a un tratado sobre la serotonina, y de él a un asceta en el desierto, y de allí a algún recuerdo de su infancia y de ahí a Philippe Petit…

Héctor y yo acabábamos de sentarnos en las gradas de El Sauzal. Habíamos cogido un sitio bastante bueno. Entonces sonó una música alegre como los zapatos de un payaso y allí entró Elena, con un paraguas y haciendo equilibrios como si fuese funambulista… y sin entender el porqué me sentía viajando por sus mundos, igual que si una amiga te cuenta algo y te hace reír, te hace  pensar, te hace recordar.
 
Tengo un minuto que grabó Élida con su móvil del XIII Festival de Narración Oral Verano de Cuento de El Sauzal. Un minuto que tal vez no se entienda fuera de su contexto.  Un minuto sentido que quiero que no se pierda: el  minuto que termina con los aplausos de todos los que estábamos allí para Elena Castillo.

 

 

Roberto Anglisani
Foto: http://marianexys.blogspot.com.es/2011_12_01_archive.html

No recuerdo quien lo presentó, pero fue algo informal: “… y con todos ustedes, Roberto Anglisani”. Se quedó solo en el escenario. Sentí que nos miró con respeto y pidió perdón por los problemas que podría causar su español. Eso me gustó: sentí que nos miró. Se hizo el silencio. Y comenzó su relato: “Giungla”. 

Recuerdo que empezó describiendo al protagonista en una estación de ferrocarril. A partir de la primera palabra sucedió: Anglisani  iba rejuveneciendo ante mis ojos, palabra  por palabra,  y ahora me encontraba  frente al niño de ocho años protagonista de la historia. Mientras él se transformaba, un técnico de sonido emitió el efecto de un tren que salía de la estación…  y ya no estaba en Los Silos. No me encontraba sentado en la quinta fila con María disfrutando de la historia. Estaba en Milán en medio del mundo que Roberto Anglisani me mostraba,  corriendo las aventuras que le sucedían al protagonista.

Siempre he escuchado que, para no cansar al público, y menos aún en una narración hay que medir muy bien el tiempo de lo que cuentas. Que es muy difícil mantener el ritmo del relato si es my largo. Solo un mago de la palabra, en transmitir lo que sienten los personajes, en hacerte partícipe de la historia, en hacer volar el tiempo logra conseguirlo. Yo no recuerdo cuanto duró exactamente, pero allí estuve más de una hora y media, y aseguro que no quería que bajase del escenario.

Recuerdo una ovación interminable. Recuerdo tener las lágrimas saltadas por su relato. Recuerdo cómo miraba al público, su mirada de agradecimiento.

3 comentarios:

  1. Ay, absolutamente de acuerdo. Estas dos han sido de las mejores sesiones de narracion que he tenido la suerte de admirar.
    Un absoluto lujo.

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  2. la verdad que son dos magníficos contadores. Roberto Anglisani me elevó la narración a una categoría superior.

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  3. ...y a mí Marianexy. Muchas gracias por tus cuentos, por tu blog, por tus palabras.

    Un saludo.

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